lunes, 30 de diciembre de 2013

Finalmente chocolate negro.


                                            Desde que tomamos esta foto han pasado ya cuatro años. Es la primera de mi bebé en casa, en su cama, en nuestra cama. Había olvidado esa barbilla, ¡cómo podía haberla olvidado!.  Así que me he dejado llevar, y aquí llevo buceando entre recuerdos y fotos de la compacta como treinta minutos, estoy llena de dulzura y emociones blanditas con olor a bebé; voy a intentar limitarme a narrar los hechos y no resultar demasiado empalagosa. Aunque no sé si podré, avisados estaís.

Bueno, retomo el objetivo describiendo los acontecidos del 20 de diciembre de 2013: no podía quedar sin celebración dicha fecha, claro que no. Ni cortos ni perezosos nos lanzamos a unos días inolvidables; unos más que otros dado el espíritu viajero del padre de la criatura. Preparativos, sandwich, compras, recoger dorsales, globos, organización, queso, purpurina, limpieza, guirnaldas, zumo de melocotón, invitaciones,...




 ...chocolate negro, dudas, tijeras, patatas fritas, pegamento, platos azules, galletas con nombres, cartulina roja, nervios, alas de murciélago, servilletas grises,......  Y amaneció.

Era un día tan importante y especial en nuestro micromundo, ¡contando y restando dedos desde casi que acabó el calor y aparcamos la crema solar!. Como no podía ser menos nuestro despertar estuvo cargado de risas nerviosas, mimos y amor. Todos los miembros de la familia contribuimos a tal derroche de calorcito.



Nos preparamos para, también, despedirnos del cole. 


Estas son las galletitas el Cachorro repartió a todos sus compañeros de clase, también, como no, había una para la seño Paqui y la seño Inma.


Celebrábamos con compañeros y profes estas fechas que nos aguardaban justo justo a la vuelta de la esquina. Había disfraces acordes con las fechas (no hecho), actuación conjunta con villancico acompañado de pulserita de cascabeles (no hecha), recogida y entrega de galletas en forma de globo con los nombre de los 23 compañeros de clase (hecho), sesión para padres de fotos y video del momento acontecido (no hecho),.... Fue divertido y emotivo verlos allí en su pequeño gran escenario cantando y bailando con sus mejores sonrisas para nosotros. Orgullosos y nerviosos entonaban y danzaban al ritmo de ''Rodolfo el Reno''. Simpático y entrañable momento.

Llegó la hora H. Gincana a 2 grados con viento helador y una sensación térmica de -4. Y eran las tres de la tarde; antes tratamos de tomar las calorías necesarias para las tremendas condiciones atmosféricas con unos macarrones con tomate alrededor de la mesa de nuestro salón, que brillaba impresionante como nunca lo había hecho antes, allí sentaditos sus 11 compañeros, era tan emocionante para el Cachorro que no dejaba de tener ese brillo maravillo en los ojos que solo tienen los niños cuando viven una experiencia inolvidable. Lástima que no tuviera la lucidez de sacar unas fotos de esos momentos.
Y salimos. La misión era ayudar a un amigo terrícola a volver a casa, evitando que dos malvados extraterrestres que le perseguían le atrapasen. Contado así no parece una buena historia, pero los doce astronautas-spiderman cumplieron su misión haciendo que esta trama nada tuviera que envidiar a grandes filmes de su categoría. Anduvieron por desfiladeros, trotaron por acantilados, evitaron lluvia de meteoritos, y vencieron sin problemas a los enemigos de verdes ojos saltones y orejas puntiagudas (nuestros buenos amigos Paco y David). Al Cachorro salvo la duda que le persiguió durante toda la semana acerca de dónde iban a aparcar la nave no les parecieron muy terroríficos, les reconoció por sus chaquetas. 










Tampoco documenté bien el momento con mi cámara, pero creo que con estas cuantas podéis hacer una pequeña idea de como fue el evento.

Y después de nuevo a casa, ya con la 'fiesta' bien montada: globos, guirnaldas, regalos, juegos, risas, y como no, la tarta.



Fueron solo tres horas, intensas, pero solo tres horas. Sé que no podemos organizar los recuerdos que acompañaran a nuestros hijos de por vida, ni organizar ni crear ni manipular ni priorizar. Pero cuando 'vivo', y entrecomillo porque quiero dar el énfasis enorme que siento, unos hechos con tanta riqueza emocional, construyéndolos con él, creciendo y enriqueciéndonos juntos de esas vivezas irrepetibles y fascinantes, me siento afortunada de formar parte de ese pedacito de recuerdo. Y sí, orgullosa de contribuir a ese buen sabor de boca que le quedará al recordar el día en el que cumplió cuatro años.


miércoles, 18 de diciembre de 2013

Limón o chocolate blanco.

Y llegó el día D a la hora H.....   Así comienza mi entrada del año pasado por estas fechas, esperando el mágico día D a esa fantástica hora H. Pues sí, ha pasado un año más. 
Estamos a punto de perforar ese bizcocho de limón o de chocolate blanco aún no lo tengo muy claro, con cuatro velitas con diferentes formas de pelotas. Y sí, aquí de nuevo reflexionando, emocionada como no, viendo que el magnifico espectáculo de ver crecer a un hijo es más de lo que nunca pude imaginar. Disfrutar de su sentido del humor, apreciar sus opiniones sorpresa extravagantes pero acertadas, paladear sus experiencias personales resumidas tan breve e intensamente que me dejan durante unos segundos sin aliento; poder tenerlo de compañero de paseos, de compras o de momentos contemplativos, sentados en un banco disfrutando de unas gominolas y sonreirnos al mirarnos, sin más, disfrutando el uno del otro. 



¡Es más de lo esperaba pequeño!. 

Es mi mejor nuevo amigo, mi 'mmna', (esto es para él, para cuando pueda leerlo, lo entenderá). 

Y aquí lo dejo, tengo que seguir preparando la lista de la compra para el día H, tengo que decidir si incluir limones o chocolate blanco; solo quería darle forma gráfica a mis emociones de esta mañana. 

Estas son las invitaciones que hemos hecho para sus amigos de clase. Totalmente personalizadas, hechas artesanalmente, claro. Ha sido muy divertido.




jueves, 26 de septiembre de 2013

Coscorronazos varios.

He pasado una noche algo intensa. 

Al principio no conseguía conciliar el sueño, supongo que debido al exceso de té negro en la sobremesa, que sí que me encanta pero luego me pasa factura por comisión de servicios; me veo dando vueltas de un lado para otro, con lo que soy yo de caer ya dormida en la cama. Más tarde mi Cachorro que por fin y después de dos años tras su adquisición, duerme en su cama colindante, pequeña, destinada para tal uso, comienza con nuestra veraz batalla nocturna. 

Todo comienza así: primeramente después de su cuento con su padre o conmigo se queda dormido en la cama grande, en la zona que él se aferra en llamar, su laillo (su lado). Cuando nosotros nos vamos a dormir, lo cogemos y arrastramos hasta su cama, pegada tal cual a la nuestra que parece que tengamos un solo bloque de 2,40 metros. A su lado yo, y al mío, papá. Bella, después de dar como diez vueltas sobre sí misma duerme acurrucadita mas bien cerca de los pies de la cama pequeña, duerma quien duerma en ella, para con las primeras luces del alba pasarse a los pies de papá en la grande. Transcurridas las primeras horas de la noche con todos colocados en nuestra parrilla de salida comienza la gran aventura.


El Cachorro, no tengo ni idea sobre que hora mas o menos, lástima que no pueda corroborar  en este momento el dato con su padre, porque estoy más que segura que él sí que lo conoce, se despierta (su consciente está profundamente dormido) y tal cual suricato, de rodillas o incluso de pie me busca con los ojos muy abierto, el alma muy dormida y me localiza; se tira sobre mí en plancha, esto es tan literal como cierto, su objetivo: situar su cabeza tan cerca de la mía como le sea posible. Imaginad el resultado, seguido del inevitable coscorronazo. Él ni se inmuta, pega su frente con la mía y se vuelve a sumergir en su profundo descanso. Mientras que busco me espacio merecido y expropiado en su padre, un bloque macizo, inamovible, imperturbable con una molestosa y rígida almohada en los pies y nada en lo que poder apoyar la cabeza, me frenan el paso para alcanzar 'mis anchas'.

Este episodio puede repetirse tantas veces como sea necesario hasta que decido que mejor me paso a la cama pequeña después de arrebatarle al pequeño usurpador mi almohada. Llego exhausta y con las extremididas entumecidas por los músculo engarrotados, asfixiados, sin espacio (¡madre, cómo exagero!).
Una vez en la inmensidad de los 90 cm para mí solita, caigo en la cuenta al notar una bolita peluda a la altura de mi cadera que tendría que compartirla con Bella: ''-Bella, alé, a la cama grande-.'' La pobre, resignada, obedece.

Momentos de gloria, minutos de paz.

El 'suricato' vuelve a la carga. Posición de búsqueda, objetivo encontrado, lanzamiento empicado. Coscorronado en toda la frente. ¡¡Ay!!. A estas altura no es el cuerpo de su padre el que frena mi inevitable caída al vacío, porque es justo donde me dirijo. A si que me toca, re-recupero mi almohada, ella y yo somos una e indivisible en la oscuridad y nada ni nadie nos separará, y vuelvo a mi lugar en la parrilla de salida.

El 'suricato' vuelve a la carga. Pero ya, con las primeras luces del día, disfruto de su calorcito, de su respiración tranquila y acompasada y de sus manillas alrededor en mi cuello. Qué placer.

Esta mañana abrimos los ojos, nos miramos, y él suspira profundamente: "-¡¡Buenos días mami!!, qué agustito duermo contigo."

"-¡Y yo mi vida y yo!."



Me resta contar que, gracias a la Pachamamá, todas las noches son así, pero lo normal es seguir todo este ritual dormida plácidamente y descansando. A veces me despierto en la cama pequeña y no recuerdo como he llegado hasta allí. Todo depende de la intensidad y la localización exacta de los coscorrones en cuestión. Normalmente amanecemos así, acurrucados los tres, bueno los cuatro porque Bella ya nos acompaña, en 80 cm, dejando los 160 restantes para quien tenga que venir detrás.

Lo que realmente me gustaría sería grabarnos toda una noche con una de esas cámaras de visión nocturna; para poder verla tantas veces como quiera, cuando ya mi Cachorro decida que no quiere compartir más sus sueños con nosotros.

Porque aunque no quiera que llegue, ese día llegará.


jueves, 12 de septiembre de 2013

Pequeñas pinceladas.

Aun con el regusto dulce y meloso del último aliento del verano, quiero homenajearlo como se merece. Breve pero intenso, en pequeñas pinceladas. Es solo eso, es solo verano.

























martes, 4 de junio de 2013

De esto estoy segura.

No necesita un artículo en la tirada dominical de un periódico provincial, aunque a nadie le amarga un dulce, y mucho más cuando la periodista de turno adorna y enriquice el perfil y el buenhacer del susodicho sujeto como cocinero que añade cuadrito de Avecren a su preciado guiso. No es una persona corriente. 


Con su sonrisilla nerviosa de medio lado, y los ojillos vidriosos pasamos la mañana de este domingo tan atípico como curioso.  Hizo una foto desde su móvil, el estabilizador de imagen del dispositivo tiene que ser bastante potente para amortiguar el pulso del protagonista, le pasa copia a sus contactos más íntimos del Whatsapp. Esta lista no es pequeña como lo sería para cualquiera de la inmensa mayoría de mortales que conozco; sus íntimos pueden ser una treintena de personas, quizás por este primer dato ya se denote que no es una persona corriente; es capaz de coger un conocido y transformarlo en amigo para toda la vida en milésimas de segundo; se entrega en alma (espero que no tanto en cuerpo) al prójimo de tal manera que mas de un cristianillo de poca monta quisiera para su curriculum espiritual. Se identifica con los problemas e inquietudes de cualquiera que lo aborde por la calle. Escucha y da consuelo a pie de acera. No es una persona corriente porque nunca ha matado una mosca; esto es tan cierto como literal, si ve a su alrededor volando, caminando o deslinándose cualquier insignificante como inofensivo ser viviente, este tiene la vida salvada pues le cogerá con cuidado y le devolverá a un lugar seguro.
Sus habilidades más preciadas son la generosidad, la humildad, la constancia y sobre todo, su bondad, una bodad infinita como la que nunca en conocido. No es una persona corriente. Todos los que le conocéis estaréis asintiendo con la cabeza en este momento. Es un ser excepcional porque es sencillo y transparente, porque se dá y se entrega sin esperar nada a cambio, nunca le he visto una doble intención en lo que hace por lo demás. Por lo que se merece todo reconocimiento público posible, este domingo y todos los días de su vida; y ahora, es este preciso momento aún más, porque su trabajo es su vocación, ha nacido para hacer lo que hace, ayudar a los demás a sentirse mejor consigo mismos, a sacarse el mayor de los partidos.

Compartir con él la magnífica experiencia de ser padres es un honor, un orgullo, porque educar a nuestro hijo con su ejemplo es el mayor de los regalos que podemos ofrecerle. 



No somos conscientes de la inmensa suerte que poseemos al tenerlo a nuestro lado. 



El Cachorro cuando sea capaz de valorar, de reconocer al padre que tiene presumirá de él como lo hago yo ahora. De esto estoy segura.






lunes, 27 de mayo de 2013

Lagrimitas en los ojos.

No siempre soy consciente de esas miradas que nos cruzamos su padre y yo cuando nos sorprende con alguna frase recurrente, una expresión hecha que nunca le oímos antes o que no estaba incluida en nuestros planes a corto plazo encontrar en el vocabolario de nuestro no-tan-bebé o un gesto ante un desconocido de personilla adulta con exquisita educación.
A veces no soy tan consciente de la responsabilidad tan enorme que tenemos entre nuestras manos, estamos moldeando a un ser humano, como si se tratara de un trozo de arcilla, llegó a nuestras vidas con una textura, con un color y con una humedad, únicas y particulares; y con estas características especiales partimos de la nada. Esta reflexión me persigue desde hace días.
Me reconozco mirandolo asombrada, sin saber porqué, y él me devuelve mi curiosidad entre su bella sonrisa y sus sabrosos ojos. Me gustaría susurrarle: ¿eres tú?, ¿eres tú esa personilla que ha engatusado mis sentidos?.


La semana pasada ocurrió uno de estos episodios en los mi hijo me enseñó algo nuevo y asombroso, algo que resulta ser de vital y de crucial importancia para mantener una vida plena y feliz de una manera sencilla, muy sencilla.
Vereis. Llevaba varios días en los que al dejarlo en el Cole nos dice que se queda triste. Se queda triste porque nos echa de menos (son sus palabras exactas). Por una parte me alegra que identifique la emoción, la exprese y sobre todo, que haya identificado la causa. Y por otra, me emociona y me hace admirarlo porque no hace el amago de quedarse conmigo, o intentar convencerme para que volvamos a casa. No. Él coge su mochila, se despide de nosotros con su beso y su abrazo, le gusta escuchar lo bueno que le espera cuando llegué las 14:00 (pregunta si le llevaré su pistola de agua, si nos tomaremos un helado por la tarde, o incluso, qué plato le esperará en la mesa a la hora de almorzar). Y con lágrimas en los ojos entra en su clase. Un de estos mediodías al recogerlo, momento en el que está feliz y totalmente recuperado, quise ayudarle a pasar el mal trago de aquellas amargas mañanas y le propuse tener un nuevo superpoder (tenemos varios, algún día os los enumeraré), sería el de ser capaz de buscar algún motivo a su alrededor para estar un poco menos triste cuando sea consciente de ese mal estar. Me hizo pensar por su lenguaje corporal y sus gestos que no me estaba prestando la más mínima de las atenciones, que no era el momento de sacar este tema porque quedaba lejos y ahora no tenía cabida. Cambié de tema y continuamos caminando.


Esta mañana volvimos a repetir capítulo; sale de casa bien, conforme nos vamos acercando al Cole se ve más callado,  al llegar se queda pegado a mis piernas observando el patio y el ir y venir de padres y niños, justo cuando hay que comenzar a entrar, las seños les esperan en la puerta, lagrimitas en los ojos, mamá estoy triste. ... mientras se coloca su mochila y agita su mano en un leve y breve  amago de decirme adios. Yo, ahogándome en amargura, intento recordarle cosas maravillosas que nos esperan por la tarde... le veo desaparecer por el pasillo... Me marcho a casa cabizbaja. De nuevo le espero en la puerta a las 13:55 en punto. Le veo salir feliz y radiante, como siempre, nada de lo ocurrido por la mañana parece perturbarle, de nuevo. Y al cogerle en brazos, algo que no puedo evitar porque me encanta su olor 'a cole', me dice: está mañana he estado muy poco triste, porque he visto a mis amigos y me he puesto un poco más feliz. 
¡Ha recordado nuestro nuevo superpoder!; es tan tremendo, con una simple pauta ha sido capaz  de adaptarse. Primero, porque quizás sí que me escuche cuando creo que no lo hace, esbozo sonrisa de no sé si volveré a escribir esta afirmación en el resto de nuestros días, y segundo y más importante, es capaz de aplicar una 'simple' formula para modificar un sentimiento negativo y mejorar una situación, llamémosla, estresante.


Lección aprendida: aplica pautas sencillas a situaciones adversas para mejorarlas.
Vale que su 'vida' no tiene grandes complicaciones, ni factores enrevesados desagradables, pero comenzar desde el principio sabiendo manejar recursos emocionales naturales, accesibles para mejorar, para ser feliz, un poco más feliz como bien dijo él, me ha hace pensar que estamos en el camino adecuado; ese pegotito de arcilla va tomando forma, una forma de curvas y rectas suaves y agradables a la vista; llena de recursos; una forma fuerte y resistente ante factores externos; pero dulce, muy dulce al tacto.

martes, 5 de marzo de 2013

Cámara en mano.


Aquí tenemos a mi Cachorro cámara en mano acosando a la pobre Bella.  O pegado al seto donde la tarde anterior pasé un ratito cazando alguna luz especial o simplemente devolviendome las miradas a través de su objetivo, como la que tantas y tantas veces le he hecho yo. La lámpara, el techo, la tele, el sillón, mi codo, la lavadora,...
Pero ya no solo que me imite cámara en mano, lo que realmente me llama la atención de esta conducta de imitación, es que es consciente de los cambios de luz a lo largo del día, es capaz de ver el anaranjado del atardecer o sorprenderse que de pronto todo se ve más oscuro y plano porque el cielo se ha cubierto de nubes grises. No sé si es normal en niños de su edad cuyas madres no anden todo el día observando su mundo a través de una lente este tipo de, llamémoslo, conocimiento de la luz, pero el mero hecho de poder compartir con él ciertas de estas observaciones o anécdotas me lo hace más cercano en algo tan ajeno a él como mi pasión por la fotografía.
Estas fotos no son de ninguna calidad técnica, pero después del mes y pico de estancamiento bloggeriano y las ganas de compartir con vosotros esta parte de nuestro pequeño mundo hace que las suba sin ningún tipo de remordimiento.






Y aquí algunos de sus muchos momentos captados: