miércoles, 21 de noviembre de 2012

Ni con ni sin trocitos.

Ha terminado de cenar.... anuncia: -'¡Ya no quiero más!. Esta es la última', ¡eh!'-. Mirándome asegura con su mirada que es definitivo, es un acto inamovible, esa será su última cucharada; esta frase, y gesto, los ha debido de copiar de los primos porque nunca le hemos forzado a seguir comiendo; arrastra la silla y con el estrépito se lanza al salón a su ratito de dibus. A los 30 segundos a vuelto a la cocina, el frigorífico queda entrando a mano izquierda de manera que hace el giro justo necesario para agarrarse del tirador y la abre con frenesí, -'Quiero un yogurt'-, mientras acerca la silla para subir y servirse él mismo. Cuando está allí arriba, se toma unos segundos para decidir, optimizando su elección. 

Aquí voy hacer un inciso para describir el contexto-estantería de los lácteos.  A mi no me gusta los yogures comunes, ni con ni sin trocitos; salvo los tipo 'griegos' que mezclados con avena de vez en cuando se convierten en una de mis cenas. Ahora estoy comprando los Densia de Danone, por eso del Calcio, la menopausia y los fantasmas de la osteoporosis.  Junto a ellos, suelo comprar solo cuatro y tengo para un par de semanas, están los yogures normales de sabores, los petit de fresa y de chocolate, los más grandes de frutas del bosque (en casa, los favoritos). Bueno, esto es lo normal. Pues bien, vuelvo al relato de los hechos.

Ya ha hecho su elección: el Densia. Me dice: -'Uno de los de mamá'-, mirándome.  La mamá responde con calma y sosiego: -'Cachorro coge otro que te guste más (para sus adentros con rabia, apretando los dientes: y te comas ¡jopetas!, porque de los de mami no pasas de la tercera cucharada; y yo ya he cenado, no me gustan de postre; si lo guardo en la nevera para el día siguiente se reseca, termina en la basura, ¡jopetas!). Resignación. -'Este me gusta mucho mamá. Me lo como todo'-. Dice mientras va de vuelta a su rincón. A los dos minutos vuelve a la carga.....-'Pero....¿dónde vas ahora?'-. Le digo mientras intento no volver a escuchar la terrorífica silla arrastrada hasta el pie de frigorífico...-'Es que se ha roto. Quiero otro nuevo'-. -¿Cómo que se ha roto?-. Grito incrédula imaginando todo el Densia por mi pobre y chamuscado sofá... mientras, avanzo a ver el  se-ha-roto. Cual es mi sorpresa cuando está todo en orden y en su sitio, el yogurt en la mesita a medio abrir junto con la cucharilla... -¡Cachorro, qué se ha roto, pero si está aquí sano y salvo!-, le digo con alegría y alivio... -Se ha roto la tapa -. Stop. -¿Se ha roto la tapa?-. Repito, y repito en voz alta a ver si de esta manera puedo entender un poco la situación,.... -ahhhh....que el papel de la tapa no se ha despegado entero y se ha quedado un poquito del mismo adherido en su lugar original. Pero no pasa nada Tesoro, lo quitamos..,- mientras voy despegando el resto del atestado papelito.... -No-. Me corta deslizándose por los cojines con el segundo Densia en sus manos. 
-Ese no lo quiero. Está rotoQuiero este-. 
Ojiplática me quedo. Levanto cejas e intento buscar vias alternativas a tan absurdo lío.  Recapitulo,  ¿quiere un segundo San Densia solo porque al primero no consiguió quitarle la tapa entera, de una pieza?. A ver, madres y padres de este mundo, qué está pasando. En qué capitulo me quedé. Intento dialogar evitando que abra el segundo yogurt y se lo arranco de las manos. Sigo intentado dialogar con el brazo en alto evitando que lo alcance entre saltos y llantos.
Yo dialogo, o lo intento; él llora mientras balbucea sus argumentos. Se queda sin el preciado líquido cremoso. Enfadado y triste. Al igual que yo, triste y enfadada, porque me he revelado ante lo que creo es una acto puro de capricho absurdo.


Y me pregunto ahora que ya es una personita con criterios, opiniones y decisiones propias,... ¿cambio de método de crianza?, ¿he cedido a la presión social adultocentrista?, ¿qué hago ahora con el Apego?... y me lleno de dudas. De inseguridades.

A la mañana siguiente mientras mantengo mi café humeando entre las manos, refugiándome en 'mi grupo de apoyo', blogs de madres del mundo, me encuentro con este artículo tan divino:


(...) por un lado sucede lo que poco tiempo atrás las familias pensaban que nunca llegaría: la “independencia”. Y con la independencia llega la elaboración de las propias normas y a través de éstas, los primeros enfrentamientos “serios”. Es en este momento cuándo los padres se enfrentan a un dilema importante: ¿acabamos una conversación “porque sí” o intentamos razonar?. (...) Ahora, el pequeño rebate todos los argumentos, defiende su terreno y sus intereses, y cuando agota sus recursos, acaba cayendo en el enfado.

(...)

Una de las características de pensamiento muy especiales en esta etapa: 
• Dificultades con la reversibilidad: en ocasiones no son capaces de comprender que no hay vuelta atrás (...) y en otras no pueden imaginar una acción que se deshace. Se le une a este fenómeno el estatismo o la dificultad para entender las transformaciones. Es muy típica por ejemplo la discusión por una galleta que se cae y se rompe y el niño no la quiere ya, porque la desea redonda y entera, para desesperación del adulto que lo considera un capricho sin más.

(Beatriz Coronas C.).










Uff. Y pienso. Vale, estoy en el camino que quiero estar, quizás no sea el más sencillo, pero sí el más respetuoso con la integridad emocional de mi hijo. Quiero solucionar nuestra 'rabietas' con paciencia y dialogo. Es difícil. Pero al menos lo intentaré.
Haré lo mismo que hacía cuando era un indefenso bebé, tratarlo con todo mi amor, con mucho cariño; armarme de paciencia en este tipo de situaciones frustrantes para todos, y como dice al final del artículo ''seguir compartiendo con otras familias, aprendiendo y ofreciendo alternativas, pues el ejemplo y la transmisión de valores es el camino correcto hacia una sociedad más sana''.

Y pondré los Densia al fondo del estante, detrás de los grandes yogures de frutas del bosque.