lunes, 27 de mayo de 2013

Lagrimitas en los ojos.

No siempre soy consciente de esas miradas que nos cruzamos su padre y yo cuando nos sorprende con alguna frase recurrente, una expresión hecha que nunca le oímos antes o que no estaba incluida en nuestros planes a corto plazo encontrar en el vocabolario de nuestro no-tan-bebé o un gesto ante un desconocido de personilla adulta con exquisita educación.
A veces no soy tan consciente de la responsabilidad tan enorme que tenemos entre nuestras manos, estamos moldeando a un ser humano, como si se tratara de un trozo de arcilla, llegó a nuestras vidas con una textura, con un color y con una humedad, únicas y particulares; y con estas características especiales partimos de la nada. Esta reflexión me persigue desde hace días.
Me reconozco mirandolo asombrada, sin saber porqué, y él me devuelve mi curiosidad entre su bella sonrisa y sus sabrosos ojos. Me gustaría susurrarle: ¿eres tú?, ¿eres tú esa personilla que ha engatusado mis sentidos?.


La semana pasada ocurrió uno de estos episodios en los mi hijo me enseñó algo nuevo y asombroso, algo que resulta ser de vital y de crucial importancia para mantener una vida plena y feliz de una manera sencilla, muy sencilla.
Vereis. Llevaba varios días en los que al dejarlo en el Cole nos dice que se queda triste. Se queda triste porque nos echa de menos (son sus palabras exactas). Por una parte me alegra que identifique la emoción, la exprese y sobre todo, que haya identificado la causa. Y por otra, me emociona y me hace admirarlo porque no hace el amago de quedarse conmigo, o intentar convencerme para que volvamos a casa. No. Él coge su mochila, se despide de nosotros con su beso y su abrazo, le gusta escuchar lo bueno que le espera cuando llegué las 14:00 (pregunta si le llevaré su pistola de agua, si nos tomaremos un helado por la tarde, o incluso, qué plato le esperará en la mesa a la hora de almorzar). Y con lágrimas en los ojos entra en su clase. Un de estos mediodías al recogerlo, momento en el que está feliz y totalmente recuperado, quise ayudarle a pasar el mal trago de aquellas amargas mañanas y le propuse tener un nuevo superpoder (tenemos varios, algún día os los enumeraré), sería el de ser capaz de buscar algún motivo a su alrededor para estar un poco menos triste cuando sea consciente de ese mal estar. Me hizo pensar por su lenguaje corporal y sus gestos que no me estaba prestando la más mínima de las atenciones, que no era el momento de sacar este tema porque quedaba lejos y ahora no tenía cabida. Cambié de tema y continuamos caminando.


Esta mañana volvimos a repetir capítulo; sale de casa bien, conforme nos vamos acercando al Cole se ve más callado,  al llegar se queda pegado a mis piernas observando el patio y el ir y venir de padres y niños, justo cuando hay que comenzar a entrar, las seños les esperan en la puerta, lagrimitas en los ojos, mamá estoy triste. ... mientras se coloca su mochila y agita su mano en un leve y breve  amago de decirme adios. Yo, ahogándome en amargura, intento recordarle cosas maravillosas que nos esperan por la tarde... le veo desaparecer por el pasillo... Me marcho a casa cabizbaja. De nuevo le espero en la puerta a las 13:55 en punto. Le veo salir feliz y radiante, como siempre, nada de lo ocurrido por la mañana parece perturbarle, de nuevo. Y al cogerle en brazos, algo que no puedo evitar porque me encanta su olor 'a cole', me dice: está mañana he estado muy poco triste, porque he visto a mis amigos y me he puesto un poco más feliz. 
¡Ha recordado nuestro nuevo superpoder!; es tan tremendo, con una simple pauta ha sido capaz  de adaptarse. Primero, porque quizás sí que me escuche cuando creo que no lo hace, esbozo sonrisa de no sé si volveré a escribir esta afirmación en el resto de nuestros días, y segundo y más importante, es capaz de aplicar una 'simple' formula para modificar un sentimiento negativo y mejorar una situación, llamémosla, estresante.


Lección aprendida: aplica pautas sencillas a situaciones adversas para mejorarlas.
Vale que su 'vida' no tiene grandes complicaciones, ni factores enrevesados desagradables, pero comenzar desde el principio sabiendo manejar recursos emocionales naturales, accesibles para mejorar, para ser feliz, un poco más feliz como bien dijo él, me ha hace pensar que estamos en el camino adecuado; ese pegotito de arcilla va tomando forma, una forma de curvas y rectas suaves y agradables a la vista; llena de recursos; una forma fuerte y resistente ante factores externos; pero dulce, muy dulce al tacto.