miércoles, 3 de octubre de 2012

Nos tocaba explicarle, que no, que aquello era un punto y seguido.

     Sabíamos que llegaría y así sucedió. Dentro de lo previsto y presagiado íbamos por el camino que tantas y tantas voces nos habían descrito. 
El primer día fue como prepararse para una tremenda aventura, las emociones se mezclaban, entre risas nerviosas de ilusión y de miedo, quizás más esto último por nosotros que por el pequeño, que aún no podía ni alcanzar a predecir 'lo que se le venía encima'.  
Quizás, el cambio mas grande de su vida.

     Salimos de casa, con su mochila y su bolsa de la merienda, regalo de la abuela Elvira, llevaba planeando y esperando esa merendola, bocadillo de pavo y zumo de melocotón con uvas, hacía semanas. Muy contento, bien peinadito, sus rizos en orden y unas zapatillas cómodas para jugar a fútbol.


     El primer escollo que encontramos, y quizás antesala de lo que nos esperaba, fue el discurso de bienvenida del director del centro. Desde el punto de vista del Cachorro, demasiado tiempo, demasiada gente, demasiados niños gritando y reboloteando a nuestro alrededor, tantos que no quiso bajar de brazos de su padre. La imagen de más abajo creo que muestra todo lo que sentía con esa carita.


     Cuando los mensajes de bienvenida acabaron fuimos directamente a su clase. ¡¡Esto si que le gustaba!!. Había colores, libros, sillas y mesas pequeñitas, una pizarra, oooooohhh, no salía de su asombro, los ojos bien abiertos y el rostro serio pero ilusionado. La presentación de las 'seños' y la despedida de los padres. Todo pasó rápido, hay se quedó con su bocata, en su pequeña silla, rodeado de sus futuros amigos. Le hablamos despacito y a su altura, el mensaje era claro y sencillo, lo conocía porque llevábamos semanas con este lema por bandera: ¡Volveremos a por tí, pásalo bien!. Ni siquiera levantó la vista para vernos salir. 





     Llegaron las 14:00 'o'clock'. Sinceramente disfruté de esas tres horas, no recuerdo lo que hice exactamente, estaba serena y tranquila, es el sentimiento que me quedó cuando le dejamos allí, el que me acompañó aquella mañana. Pero....(porque esta historia tiene un P E R O).....cuando abrieron la Puerta de Preescolar, el primero que estaba allí con carita de haber estado llorando largo y tendido era nuestro Cachorro. Con alma arrastrada y corazón hecho tirajos, haciendo esfuerzos para que él no notara nuestro lamentable estado, le consolamos con abrazos, achuchones y arrumacos. Tardó tooooooodo el trayecto hasta llegar a casa, unos diez minutos, suspirando, cabizbajo, al límite de estrangular a su padre de lo fuerte que le apretaba el cuello. Bueno, tragamos saliva, esto pasará, es normal, cuesta adaptarse, a muchos niños les ocurre,....blablabla...., dialogo interno que no consuela nada. Pero nada de nada.
    Para nuestra sorpresa al llegar a casa, le cambió el semblante y el humor. Jugaba, reía  gritaba feliz. Nos dijo que no quería ir más al Cole porque ''nos echaba mucho de menos, hay muchos niños, no le gustaban las seños''.  Para él, aquella mañana había sido un punto y final.
     Nos tocaba explicarle, que no, que aquello era un punto y seguido. Al día siguiente, más. Y no mejor, claro. El segundo día fue el peor, desde que se levantó hasta que le dejamos allí, en aquel lugar tan inóspito como impenetrable, la Puerta de Preescolar. Y así, sucesivamente, cada día la retahíla de 'no quiero ir al Cole' se iba acortando, en tiempo y en intensidad, hasta que pasada la primera semana se acabó por fin.
     Su segundo lunes, se despertó y preguntó: ¿hoy hay Cole?. Respondí: ¡Claro!. Respondió: 'es solo un ratito' y sonrió. Prometo que así fue. Hay se quedó el problema. No nos lo podíamos creer, ¡en tan solo tres o cuatro días estaba más que habituado!. No protestaba, no se quejaba, no lloraba, no suplicaba. Estaba feliz.
 
 Capacidad de adaptación.

     Increíble.

     Me quito el sombrero, y tomaré nota para el siguiente escollo que tenga que superar: podré permitirme varios pataleos, algún lloriqueo, dos o tres chantajes emocionales, y a los cuatro días, interiorizar la frase: 'es solo un ratito' y sonreír, siempre sonreir, disfrutando y siendo feliz.

     Otra lección más que nos ha dado nuestro pequeño.



     




5 comentarios:

  1. Pues mi "solete" tiene 9 años y aun no le gusta ir al cole, todos los años se repite la misma historia hasta mediados de noviembre esta nerviosa, no duerme bien, esta apática etce etc, pero si tienes razon se aprende mucho con ellos dia a dia. Muchos besos. Por cierto que bien escribes.

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    1. Tú tienes tres soletes cada uno con su luz propia, diferente y cegadora. Estás aprendiendo tres veces más que yo con todo lo que tienen para tí,....¡¡así que fíjate que envidia que me das!!.

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  2. Hola Pili me sorprende tú faceta de escritoral lo haces muy bien y tenéis un niño precioso le estáis haciendo un regalado para el resto de su vida , nosotros tenemos otro niño precioso q nos o tiene enamorados él esun veterano en ir a la guardé y se quedé feliz con sus compis aunque tb le costó adaptarse era un bebe. Un beso para todos

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    1. ¡¡¡Cuanto me gusta verte por aquí!!! A ese otro niño precioso le tengo pendientes más de un achuchonazo..... Uno de los motivos principales por lo que cree este blog, fue precisamente por eso, dejar huella y testimonio de nuestros pequeños acontecimientos, y guardarlos para siempre.

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  3. Ains... pobre... si es que las entradas en los coles no deberían ser así...
    Menos mal que la capacidad de adaptación que tienen nos sorprende cada día...
    Un saludo!

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