sábado, 3 de marzo de 2012

La cortina que hay que reemplazar.

Esta vez tenía desde hace un tiempo un tema claro y sencillo para el nuevo post: mi medio pomelo.

Pero parece ser que es más complicado de lo que parecía en un principio. Sentada en mi escritorio después de un rato observando el salón, teniendo todas mis musas revoloteando sobre mi teclado y mis sentidos dirigidos en la misma dirección, caigo en la cuenta que todo lo que la presente escena abarca es lo que preciso para alimentar mi inspiración. Son cuatro paredes, con una puerta y una ventana bien distribuidas, la primera orientada al pasillo vertical de la casa, y la segunda al norte, este balcón a la luz solar directa que se somete es poca, escasa y ridícula, atenuada por una vieja cortina poco tupida y sucia sin posibilidad de remediar el daño (vamos, que no se la forma de quitarle la mancha!).
El mobiliario es basto y liso a la vez.

Y yo aquí. Sentada. Callada. Dubitativa.

Mi medio pomelo, no se ha movido del sofá desde la hora del almuerzo, tiene su nariz dentro de su infatigable Mac y no muy lejos, su blackberry; es su primera tarde libre después de semanas agotadoras de trabajo, liadito en su manta, acurrucado, saboreando su infusión, absorto. Son las cinco de la tarde. El Cachorro se ha movido, sigilosamente ha venido a pedirme K (para los que no conozcáis a esta familia es la manera que tiene mi hijo de pedirme teta), una vez satisfecho a vuelto a su esquina del sofá a seguir con su apasionante Ipad, (sigue los pasos de su padre en esto del mundo Apple).  El silencio es nuestro telón de fondo. Y de repente caigo en la cuenta, todo lo que necesito en este mismo instante para transmitirme paz, llenarme de inspiración, está sentado en ese sofá, al lado de la ventana orientada al norte, que no recibe mucha luz directa del sol y que enmarca esa vieja cortina que hay que reemplazar.

A escasos dos metros de mi epicentro nervioso.


He leido en algún rincón que no recuerdo, que los abrazos nos satisfacen tanto a nivel emocional y psíquico porque hacen que la parte derecha de nuestro pecho, tan privada de ese zumbido repetitivo y armónico que emite nuestro indispensable corazón, se llene de la manera más efectiva y natural posible de esa celestial música tan inalcanzable de otra manera. Curioso verdad.

Sigo aquí. Sentada. Callada. Y cada vez  menos dubitativa.

Me levanto de mi escritorio a llenar mi pecho de los zumbidos que me complementan a la perfección. A alcazar la única y verdadera música celestial que conocen mis sentidos.

Y seguiremos aquí. Sentados. Callados. Abrazados.

2 comentarios:

  1. Que bonito Pili, continua disfrutando de ese momento maravilloso. Un beso y sobre todo un ABRAZO para los 3.

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  2. ¡Hola! tienes un blog precioso, estoy deseando tener un ratito para visitarlo de pé a pá. Un saludo!

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