martes, 7 de febrero de 2012

Un toque de canela.

Una de estas mañanas estaba organizando las estanterías de la despensa y tuve en mis manos unas ramas de canela que se habían salido de su envase. A veces un olor o un sabor tan sencillo, tan simple, me transporta a un lugar que creía olvidado. Puedo definir la escena perfectamente, con los mas mínimos detalles. Detalles como el reflejo de la luz del sol sobre una pared en concreto, un objeto cotidiano sobre un mueble particular o un gesto familiar en la cara de una persona que nunca habría recordado conscientemente. En la mayoría de las ocasiones, ni siquiera le dedico el tiempo necesario para construir la escena. Pasó rápido por el recuerdo, evoco las emociones, pero no me paro a revivirlo. Y luego en la cama, intentado conciliar el sueño es cuando reparo en esa estela tan agradable que me dejó en la memoria.

Son recuerdos dulces, entrañables, preciosos de volver a vivir.

Cánela. Me transportó a la casa de mi abuela en el pueblo. Yo tendría unos 4 ó 5 años y estaba en la terraza. En la tercera planta había una gran terraza en la parte trasera que daba al huerto de algún vecino, era muy soleado, con algunas hortalizas, frutales y algún almendro que otro. La terraza era muy sencilla, tenía forma de L invertida y en lugar de una barandilla, lo limitaba una pared de ladrillo alta, muy alta, al menos así lo recuerdo, teniendo en cuenta mi estatura por aquellos entonces  que no me permitía ver el exterior a no ser que me subiera a un viejo cubo de hojalata que se usaba para regar las plantas, ¡cuántos ratos pasé sobre el pobre cubo viendo los gatos y los pájaros del huerto!. Mi abuela tenía sus macetas dispuestas a lo largo de toda la pared que daba a la casa, la parte mas luminosa y resguardada de la estancia,  sobre unos listones de madera raída apoyados sobre dos o tres ladrillos viejos. Recuerdo geranios y claveles, muchos claveles. El suelo no era homogéneo, no estaba totalmente a ras, tenía pendientes hacia abajo orientados a unos agugeritos a modo de desagüe justo donde empezaba la pared de ladrillo. Al caer el agua de las macetas se formaban diferentes riachuelos sobre el ladrillo rojo del suelo. Me pasabas horas, o al menos es lo que recuerdo, cogiendo palitos de los geranios secos e intentaba salvar las pequeñas partículas que navegaban sin otro destino que el fatal abismo que se escondía tras el agujero.
Si me esfuerzo, hasta podría escuchar los sonidos de aquellas tardes. Al entrar rápido a la habitación saliendo de la terraza, puedo evocar la ceguera pasajera del cambio de luz a la sombra, y ver seguidamente a mi abuela sentada en una silla excesivamente baja, cosiendo orientada a la luz de la ventana, su silueta y la de su canasta para la costura a contraluz. Toda la escena invadida por el aroma dulce de un arroz con leche recién hecho con su toque de canela.

¿Por qué no dedicó más tiempo a revivir estos momento?. Son tan gratificantes. Me llenan de tanta paz. Me calman. Se me humedece la mirada al escribirlo.

Lo que quiero contar con esta historia es la simplicidad de la existencia humana. No, es broma, esto lo dejo para los filósofos. Pero realmente me pregunto porque hacemos nuestras vidas cotidianas tan complicadas, estresantes, llenas de horarios estrictos, tareas por doquier, obligaciones y 'deberes de hacer'. Y después de todo un simple olor te lleva a un momento sencillo y encantador, para llenarte de sosiego y alegria, y demostrarte que vivir es solo eso: dejarse llevar. El momento más insignificante que puedas tener se convertirá en todo un MOMENTO PERFECTO. Esta es la definición que buscaba.

Ahora que veo a mi Cachorro moverse de un lado para otro, entrar y salir, correr y sentarse a montar sus monstruos, a desordenar el salón con sus animales de goma, redecorarme las estanterías con sus bloques de construcción, me pregunto: cuál será ese momento que su memoria archive para cuando lo necesite llevarle a su oasis en medio de su desierto. Aquí estaré para construir esos recuerdos, formar parte de ellos, llevarle de la mano, dejarnos llevar y crear momentos perfectos.

Y aquí me pequeño homenaje a mi Abuelilla y a la sonrisa que siempre la acompañaba, la hacía tan especial como entrañable.

Será en mi recuerdo tu sonrisa el faro al que dirigirme.

5 comentarios:

  1. Este momento que nos relatas nos ha llevado, al menos a mi, a recordad instantes similares de mi propia experiencia. Es reconfortante trasladarse, a través de la memoria, a estos instantes, brillantes, valiosos, y revivirlos con todo lujo de detalles. Están grabados así en nuestra memoria porque realmente son importantes. Yo los llamo MOMENTOS BRILLANTES y te doy las gracias por compartirlo.

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  2. Gracias a ti Angelote, por dedicarme un ratito de tu tiempo para leerme y sobre todo por tu comentario. De esta manera me dan mas ganas de seguir escribiendo.... y que tengamos miles de MOMENTOS BRILLANTES en nuestras vidas!!

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  3. Necesitamos "el bullico y el tragin" para poder saborear lo sencillo. M Pili como siempre y hoy viene ni pintado......CANELA.
    Cada día me sorprendes un poco más.Besos.

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  4. Ciertamente María que razón tienes!!! sin blanco no habría negro. Contradicciones. Gracias por los ánimos.

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  5. Gracias por regalasnos este Momento Brillante:)

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