martes, 9 de octubre de 2012

Pistolas de pompas en los altillos.

    Me resulta muy curioso observar cómo va cambiando la luz de una estación a otra. Parece transcendental para la mayoría esto de hablar de la calidez de la luz, del aire frío que nos acaricia las mañanas de octubre, de los tonos del atardecer, o quizás resulte demasiado cursi sí hacerlo. Vale. Os advierto que esta entrada puede ser algo 'tostón' , avisados estais.
    Ya he hablado del otoño en este blog, y del fastidioso verano, pero para mí no son solo diferencias en el mercurio, en los horarios estrictos, en el cambio de armarios, en los hábitos que nos creamos para adaptarnos a las pautas capitalistas marcadas por la sociedad occidental en la que vivimos (trabajo, cole, compra del sábado en un gran almacén,...). El mero hecho de guardar las chanclas y sacar las botas, puede parecer tan minúsculo como vital, pero igual de importante para la adaptación humana en los gélidos días que nos aguardan. 
     Una vez hechos los cambios, asumidos los horarios y pasados todos los declives post-vacaciones hemos sobrevivido, estamos aquí. Sin playas, sin terracitas, sin hormigas ni moscas, ni familiares acechándonos por doquier; heladerías cerradas;  protectores solares, sombrillas y pareos archivados; pistolas de pompas en los altillos; mantitas, calcetines espumosos y pantuflas fuera, en orden y a mano.
     Me encanta. No puedo decirlo de otra manera. Más alto sí, pero no más claro. Me gusta el otoño. Una infusión calentita, el calor de una chaqueta, las manos en los bolsillos, el olor a castañas por las aceras,  las tardes anaranjadas y cortitas, las luces de las farolas, en la cama a las diez (esta parte es de mis favoritas). El calor del hogar. Tiempo de retomar pequeños y grandes placeres olvidados, o simplemente arrinconados, para deleite del alma y del cuerpo.

     Bienvenido otoño.
     
Nuestra heladería superfavorita, Fiordigelato, cerrada.
Pequeño placer olvidado: sustituto al helado de frutas del bosque y chocolate negro. ¡Ummmm rico yogurt hipocalórico!... pero sin tanta pelotita de gelatina ¡claro!).
Con el sol a nuestra espalda, carreras de la mano de su padre. Creo que debe ser la sensación más cercana a volar.
'Sácala otra vez papá......que esta vez la pillo'.

Aquí aparecemos los tres. ¿A qué no sabes dónde estoy yo?.
Otro pequeño placer olvidado: asfalto mojado, olor a lluvia. 


Juegos y risas.


Recolección de palos, hojas anaranjadas y demás 'mobiliario' otoñal.


1 comentario:

  1. Estoy contigo. La mejor estación del año. Precisamente en estos días estoy intentando hacer un recopilatorio de libros de cuentos sobre el otoño para el peque. El otoño... Mmmm...
    Por cierto... estás reflejada en el cristal... ;)

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