viernes, 9 de marzo de 2012

Mis tejes, mis trompos, mis canicas.

¡Queda tan poquito para la ansiada primavera!. No es mi estación favorita, pero reconozco que es en ella dónde se producen eventos notorios que a todos nos toca la fibra sensible. A mi personalmente, me hace volver la vista atrás, a cuando siendo niña los días se alargaban jugando en la puerta de mi casa. Os pongo en antecedentes; mi plaza era uno de los centros neurálgicos de mi pueblo, una población pequeña de unas 1500 almas, en ella estaban el Ayuntamiento, la Casa Cuartel y era la parada oficial de autobuses en aquellos tiempos.

Los últimos rayos de sol de aquellas tardes de primavera rozaban la parte superior de las casas que quedaban orientadas al oeste, les daba un toque anaranjado suave y cálido. En lo que para mí eran círculos frenéticos y caóticos las golondrinas en su vuelo seguían con sus bailes y giros acompasados; los sonidos que emitían llenaban el espacio acústico como la más sutil sinfonía que resalta los momentos más emotivos de cualquier película digna de un Oscar.

Los grupos de críos nos establecíamos en la esquina más recogida ajena al tráfico rodado, desde la cual controlábamos todos los avances, invasiones, estratégias de aproximación y pasos en falso de niños de barrios vecinos ajenos a nuestro entorno seguro. Eramos decenas. Bocadillo de mortadela, bollo de azúcar y batido de vainilla de media tarde; mechones sueltos revoloteando sobre mi cara, se escapaban de mi coleta para, traviesos, jugar con mi habilidad de ver a través de ellos.








































Este era el decorado tras el cual eternizaba mis juegos. Mis tejes, mis trompos, mis canicas. Mis horas concentrada en los golpes de la comba contra el suelo, acompañándome con ligeros vaivenes de cabeza, para ayudarme a buscar ese momento exacto, en el que crear la simbiosis perfecta entre la cuerda y mi cuerpo.

Esta es mi plaza. Tiene cuatro calles que llegan a ella de forma perpendicular e irregular. Como un corazón con sus venas y arterias, se llena y vacía dependiendo de la hora de la tarde, del ritmo de sus vecinos, de la Alsina que llega, la que se va, de los pasajeros que llegan, los que se van, transeuntes viajeros que con sus bultos y cajas, sus esperas, sus prisas, sus charlas lentas, sus rostros cansados, enriquecen el bullicio general para darle a este mural los colores que resaltan el caracter amable y sencillo de mis recuerdos es este entorno tan privilegiado.

La burbuja se rompía con las voces de madres que asomadas por las ventanas reclamaban nuestra atención, casi con total seguridad, la de todos los niños salvo la del propio hijo, que ya sí respondía después de un: ¡te llama tu madre! a coro entre varios de nosotros.

Esbozo una sonrisa y termino este post.

Mi plaza sigue allí, donde mismo la dejé. Las decenas de críos se han convertido en, digamos, solo un puñado. Los bultos y cajas de los viajeros ahora son coches y más coches. Los balcones de madres asomadas son hoy dos bancos desiertos. Nuestra esquina resguardada, maquinaria y artes de construcción. Y los vecinos invasores, contenedores de plástico, cristal y cartón. Pero las golondrinas sí que volverán también esta primavera con sus círculos frenéticos y caóticos, y yo volveré a contemplarlas a través de mis mechones sueltos, para comprobar una vez más, que realmente su vuelo es un baile armónico y sereno.



3 comentarios:

  1. Gloria R. Aznarte10 de marzo de 2012, 3:29

    Me lo imagino tan real...... Sólo me queda el consuelo de pensar que para nuestros hijos, sus recuerdos de ahora, aunque haya coches, ruido, contenedores de basura, ...etc.... sean de alguna forma, igual de especiales que para nosotros los nuestros. Quién sabe lo que habrá en la plaza dentro de 40 años.... pero las golondrinas seguirán. Besos!

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  2. Gracias por volver hacerme niña por unos segundos. Besotes

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  3. Lo he visionado todo perfectamente, quizá porque alguna vez yo también jugué en esa plaza... y también he visto a la marisabidilla y dispuesta niña del flequillo, la que tenía completamente dominada a Rosarito, o era Amparito...??
    Carmen

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