Esta mañana al despertarnos, y como es costumbre ya en nuestro nido, cuando Sergio nos escucha viene rápido y veloz a la ronda mañanera de besos y arrumacos. El Cachorro se esconde por las sábanas, por mi espalda, y con el brazo aparta a su padre: no papá, papá no!!!! Sergio forcejea unos instantes entre caricias y achuchones para darle esos besos tan dulces y calentitos de buenos días, y corre presto a preparar la fruta y el 'bibi' para el desayuno. Cuando desaparece camino de la cocina, el Cachorro me mira y me dice: PAPÁ ME QUIERE MUCHO. Con su media lengua, sus ojos entornados y sus rizos electrificados.
¡Sí, mi vida, papá te quiere mucho!. Qué reconfortante debe de ser, formar, dar sentido a tu mundo, teniendo estos gigantes enormes, cariñosos, atentos y tan divertidos a tu alrededor. Tanta seguridad.
Esta afirmación de mi hijo ha sido como una toma de conciencia, como un: no lo estais haciendo tan mal!. Una palmadita en la espalda tan inesperada como reconfortante.
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