No puedo con el calor asfixiante de sus días largos y luminosos, persianas a media asta y aire acondicionado son mis armas más sofisticadas, que junto con la reclusión en casa y toque de queda desde las 11 de la mañana a 8 de la tarde, paso contando día tras día cuánto queda para el ansiado otoño; vale, todavía ni siquiera salimos de la primavera, que también lo sé, ¡pero dejad que me hunda en mi desidia estival!.
Otro de mis ases en la manga para poder vencer al señor de las noches de San Lorenzo, es retirarme a mi querida Patria Chica, al pueblo, a las faldas de Sierra Nevada, donde las inclemencias de este tiempo son bastante más ligeras y fáciles de llevar para toda la unidad familiar. Porque aquí en Cádiar grandes y pequeños encontramos las sombras reconstituyentes que las solanas de la capital, Mi granada, devoran sin clemencia. Pero este será tema para otro de mis post.
Y para que veáis que no todo lo que me toca con respecto al veranito es negativo, oscuro y doliente, os dejo testimonio gráfico de nuestro primer día de playa.
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